martes, 18 de diciembre de 2012

Thérèse Raquin (Marcel Carné, 1953)


"Thérèse Raquin" es una película francesa del año 1953 dirigida por Marcel Carné y escrita por Charles Spaak y Marcel Carné, en base a la novela homónima de Emile Zola. Está protagonizada por Simone Signoret y Raf Vallone. Cuenta la historia de Thérèse, una mujer madura casada infelizmente con su primo Camille, con el que lleva una vida triste y rutinaria. Esto es así hasta que un día entra en esta el atractivo camionero Laurent, del que se enamorará inmediatamente y con el que planeará fugarse, aunque finalmente las cosas no saldrán ni mucho menos como ellos lo esperaban. 



 El director de "Los Niños del Paraíso" adapta con maestría la novela de Zola, manteniendo la tensión y la intriga en este melodrama con indudables tintes negros. Son incontables las diferencias entre la obra original y la versión que de esta hace Carné, pero destaca el hecho de que mientras que Zola, como era habitual en la mayoría de sus obras, dotaba a sus personajes de una ambigüedad psicológica y los situaba a medio camino entre el bien y el mal, Carné elimina aquí cualquier rastro de maldad en los protagonistas, volviendo a los personajes mucho más planos y superficiales. Esto es debido a que mientas que en la novela original el asesinato del marido de Thérèse es planeado y meditado concienzudamente por esta, en la película ocurre de manera accidental y sin que ella influya de alguna manera en ese hecho. 
Pese a esto, en la maravillosa primera parte Carné retrata de manera prodigiosa el tedio y aburrimiento que sufre Thérèse, cuya monótona vida consiste desde hace diecisiete años en cuidar a su débil y enclenque marido bajo la atenta y vigilante mirada de su suegra que, con sus restricciones y comentarios teñidos de envidia, hace que la angustia y tristeza sean todavía mayor en su vida. Por eso, no es de extrañar que un alma soñadora y romántica como la suya caiga enamorada rápidamente de cualquier hombre que le prometa una vida mejor, y mucho menos si ese hombre es tan atractivo y caballeroso como Laurent.
Marcel Carné es a menudo ubicado en un subgénero cinematográfico conocido como Realismo Poético, que consiste en tratar temas realistas, es decir, los aspectos más crudos y difíciles de la vida desde un punto de vista más delicado y detallista. Dentro de este movimiento a Carné se le deben obras tan maravillosas como "Hotel del Norte", "El Muelle de las Brumas" o su indiscutible obra maestra, "Los Niños del Paraíso". Dicho movimiento tiene su origen en Francia, con Jean Renoir a la cabeza, siendo uno de los ejemplos más claros su película "Toni". Y hablando de Renoir, hay que destacar que la influencia en este film es importantísima, siendo probablemente la película de Carné donde más se deje notar su huella. Y es que es imposible que siendo Renoir el experto por excelencia en cuanto a adaptar novelas de Zola se refiere, su estilo no influenciara de cierta manera en la obra de Carné. Basta ver "La Bestia Humana" para darse cuenta de que las semejanzas son evidentes, aunque cada película conserve el imborrable sello de su autor. Y si la influencia de la obra de Renoir es grande, igual de presente está la de películas clásicas estadounidenses como "El Cartero Siempre Llama Dos Veces" o "Perdición", aunque en el film de Carné el concepto de mujer fatal quede prácticamente desplazado y en el que la bondadosa Simone Signoret poco o nada tenga que hacer contra Lana Turner o Barbara Stanwyck.



Carné dirige impecablemente este film en el que vuelve a demostrar que es capaz de buscar la belleza en lo rutinario o cotidiano sin ninguna dificultad. La música de Maurice Thiriet ayuda a crear en determinados momentos esa atmósfera de angustia e inquietud tan propia del Film Noir americano. Las interpretaciones son correctas y acertadas, destacando a una siempre genial Simone Signoret (que seis años despues ganaría el oscar por "Un Lugar en la Cumbre") que hace aquí una recreación envidiable de un ama de casa atrapada en una vida gris y aburrida,  y a un sorprendente y desconcertante Roland Lesaffre, más tarde actor fetiche del director Marcel Carné.
En definitiva, una película altamente recomendable que, pesa a tener varios fallos y no encontrarse entre lo mejor de su director, te mantiene pegado a la pantalla para finalmente sorprendernos con un admirable y fascinante final que, aunque inesperado y brusco, hace que todas las piezas encajen de manera perfecta.



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